“Una prostituta de edad avanzada, en 1930, dentro de el prostíbulo donde trabaja, roba mil pesos argentinos y se suicida “
Celia era una prostituta argentina de ya unos 45 años, "gozaba la vida" decía ella, aunque su infancia no fue la mejor de todas la prostitución le permitió tener la vida que jamás soñó tener y según ella nada tenia que ver su padre golpeador y la necesidad de huir de su casa, de su provincia con su oficio actual y la forma en la que no tenia problema que los hombres la utilizaran y le dieran ordenes, presumía de que ya después de tantos años en el prostíbulo se "había ganado su lugar", es decir, tenia clientes habituales, nadie la golpeaba como a las otras chicas que si les daban unos verdaderos porrazos "es que estas chicas no saben ubicarse y agradecer" comentaba Celia, mientras se fumaba un cigarrillo largo y armaba su pelo mientras hablaba con las otras veteranas dentro del prostíbulo.
Un dia como cualquier otro para Celia, se levanta en el prostíbulo, posee su propia habitación donde también atiende clientes -pero su turno no comenzaba aun-, prende un cigarrillo, se pone su camisón de seda, sus sandalias y se dirige directo al patio del recinto para agarrar una manzana del unico arbol que hay en el patio, cada vez que va a ese patio una tristeza "más grande que una casa" enorme la inunda, dice ella, que es el único lugar dentro del prostíbulo que parecía tener vida y luz, algo claramente ajeno a ella y a su vida, un pasto totalmente verde y bien cortado que mantenía ella con las otras mujeres y en el medio, justo en el medio, un árbol de manzanas que nadie sabe como llego ahi pero no le importaba tanto a nadie como para sacarlo y las muchachas lo disfrutaba, hasta ese momento el prostíbulo era eso, un prostíbulo donde había mujeres que por voluntad propia deciden entregar su cuerpo a cambio de dinero, darle un porcentaje a los dueños y vivir en el lugar para estar "bien controladas".
Esa mismo día, ya cayendo la tarde mientras las señoras juegan a las cartes unos minutos antes de comenzar su turno y abrir las puertas para que entren los hombres, el dueño del lugar llega y le pide a Celia que se acerque, Celia da una pitada a su cigarrillo, lo apagó en el cenicero, le pide a las señoras de la mesa de casita robada que la disculpen y se dirige al dueño que le explica que hoy es una noche de celebración porque llega "lo nuevo"
-¿Van a comprar otras camas?
Pregunta Celia emocionada.
-No, llegan mujeres traídas de Polonia, más jóvenes, no sabemos si tienen idea de que van a hacer acá pero van a dar buena plata.
Contesta el señor muy tranquilo, como si estuviera avisando que fue a la verdulería y consiguió justo las últimas bananas maduras, como si contara una noticia trivial pero cagada con algo de positivismo
-Ah.
Celia no emite otra palabra más que esa expresión y asiente con la cabeza cuando recibe órdenes de acomodar el salón principal para las nuevas chicas y la responsabilidad de hacerse cargo de ellas, entrenarlas, etc
La noche comienza, llanto y silencio, quietud y escándalo, seducción y disgusto, todo junto dentro de un mismo lugar en el momento que entran las chicas y ya los hombres están comenzando a tomar sus primeras copas y a conversar, Celia aparta a las chicas en una habitación para explicarles, esta nerviosa, les grita que se callen, que se vistan, que no hagan escándalo y explica que es un buen trabajo, se le dijo que debía mentir y decir que todo el dinero se enviará a las familias de las chicas en Polonia. Instrucciones, seducir y llevar a cuartos designados para cada una, dejar la plata en los cajones de las mesitas de luz de cada habitación. El baile de seducción en la sala principal comienza, las mujeres entendieron, algunas se sientan directamente con los hombres, otras se quedan paradas mientras que se acercan a seducirlas, una hace escandalo y uno de seguridad se la lleva mientras ella grita hasta que se la llevan a la habitación y no se escucha nada mas de ella.
Celia ve un cliente habitual, adinerado, adoradisimo, de sus mejores clientes, se sienta en su regazo y luego de un par de risas, tragos y cigarrillos, lo lleva a su habitación.
-Para Celia, quiero una de las chicas nuevas.
La frena de comenzar su trabajo con esa oración, Celia se aleja de él desconcertada
-¿Estás seguro Miguel?
-Si si, yo te pago tranquila pero ayúdame a conseguir una de esas, pago lo que quieras
-Bueno, dame un segundo
Celia desaparece por cinco minutos mientras el hombre espera en la habitación.
Treinta minutos.
Una hora.
Celia aparece con una de las chicas, le pide que le pague por adelantado
-Mil pesos ahora y es tuya para siempre, cada vez que vengas podes hacerle lo que quieras
-Bueno, dame un segundo que le pido un poco más a uno de mis compañeros
-Vas a pagar todo ese dinero?
-Si, es muy bonita la señorita que me trajiste, era hora de que el dinero que pagó valga de algo
-Bueno, pero dame la plata ahora
El hombre sale de la habitación, se lo escucha hablando apoyado en la puerta del cuarto con su amigo, risas y el ruido de la puerta.
-Toma, ahora andate y tráeme un par de tragos porfavor
-Bueno, ya vengo
Celia no aparece más.
Se escucha un tiro.
-En el patio del manzanero
Grita una compañera de Celia de toda la vida
Ahí estaba, Celia tirada, sentada al lado del manzanero, con el arma de uno de los guardias.
Y la plata a su alrededor, llena de sangre.
Y el manzanero, lleno de sangre.
Y Celia, muerta, con el arma en la mano y un pasaje de barco en el bolsillo.
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